Ella quería llegar lejos, ella quería lejos llegar con sus zapatos de cristal.
Caminaba y caminaba y cada vez se hacía mas lento su caminar, más cuesta arriba, más pesado, más cansado, más difícil, más y más...
Se quedó sentada en una esquina contemplando a los transeúntes pasar. Los iba contando uno a uno y en los zapatos de cada uno se iba a fijar. Uno en particular, se hizo destacar, con sus zapatos de colores, su sonrisa especial y su lunar en el pulgar.
Pasado un rato volvió a las andadas, pero no tardaría mucho en detener su caminar.
En otra esquina apoyada descansaba de nuevo, con los pies hinchados, los pies doloridos, el cuerpo cansado y observaba de nuevo a la gente pasar... Se miraba sus pies... Los miraba bien, eran tan bonitos esos zapatos nuevos de cristal, eran los que tanto tiempo había estado buscando, eran "SUS ZAPATOS".
Se levantó y siguió caminando, esta vez la trayectoria fue todavía más corta que la anterior, parecía como si cada vez que paraba a descansar le resultara contraproducente, y le costará más volver a caminar.
Sentada en un escalón seguía contemplando con gran admiración sus zapatos... ¡Qué lindos son! exclamaba... Debemos continuar, debemos llegar más lejos, ya poco debe faltar.
Al intentar incorporarse, se le vino el cuerpo atrás, lo intentaba y lo intentaba, pero no le era posible ponerse a caminar, no le era posible continuar...
De pronto se acercó el chico de los zapatos de colores y del lunar en el pulgar, y le ofreció la mano, gracias a la cual se pudo levantar
¡Gracias!, le contesto ella, y una vez puesta en pie, pretendía seguir su caminar.
El chico la miraba y sonreía, se desató los cordones y le ofreció sus zapatos.
Ella cabezota, no los quiso aceptar. Sólo veía sus pies perfectos con sus zapatos de cristal...
Puso rumbo de nuevo en su camino, y no andado 30 pasos más, cuando fue a tropezar con una pequeña piedra que se hallaba en el lugar. Ella al suelo fue a parar, con la mala suerte de que en miles de pedazos se rompieron sus hermosos zapatos de cristal.
Ella en el suelo, lloraba y lloraba mirando sus increíbles, hechos añicos, zapatos de cristal...
Pero en el fondo no paraba de pensar, pero en el fondo no paraba de pensar en el chico de los zapatos de colores y del lunar en el pulgar.